miércoles, 20 de enero de 2010

¿Quién maneja sus vidas? ¿La mente o tus dedos?



Es una pregunta que me hago bastante a menudo y la verdad es que nunca dejo de sorprenderme. Es curioso, cómo hoy escribes unas líneas en las que una escena toma forma y los personajes se enfrascan en una discusión; o una palabra de uno de ellos desencadena una explosión de sentimientos, antes desconocidos; o ése suceso que da una vuelta de tuerca a la historia… Cualquier hecho que desencadena el comienzo de nuevas tramas o que propicia el desenlace de la historia, da igual. Es caso es que luego sigues escribiendo, terminas la historia y la dejas reposar durante un tiempo, como a un buen guiso. Pasan los días, llegas a varias semanas, y decides que vas a releerla. Y, ¿qué es lo que ocurre? Pues que hay partes de la historia que no reconoces. Incluso algunos de los diálogos los encuentras “casi geniales.” ¡Vamos!, que los personajes parecen haber cobrado vida propia. Son ellos mismos los que desarrollan la historia, y en un momento de modestia exagerada piensas que eso no puedes haberlo escrito tú. Luego, hay otras partes de la historia que te preguntas que en qué estarías pensado cuando escribiste semejantes tonterías. Encuentras situaciones que sabes que puedes desarrollar más, cambios de personalidad demasiado acusados y empiezas a borrar y reescribir como una loca. Pero claro, eso es lo normal. Una pretende perfeccionar lo imperfecto, una y otra vez, hasta que algunos fragmentos cambian totalmente la obra, pero eso da igual. Lo que te llama la atención son esas pequeños momentos que te dan sensación de creador, literalmente. Tienes en tu mano la oportunidad de hacer felices a unos personajes, no sin hacerles pasar algunas penurias y poniendo algunos escollos en sus vidas. Disfrutas cuando ellos se ríen, lloras cuando ellos son desgraciados, sientes su miedo cuando el terror se apodera de sus vidas y gozas cuando su amor es tan grande que eres capaz de sentir las caricias que ambos se prodigan. Por eso, cuando terminas la novela y sabes que la historia está a punto de terminar, comienzas a sentir una extraña sensación de duelo. Es como cuando sabes que ya está llegando lo inminente y aunque estás orgullosa de tu nueva “creación”, la cual seguirás reescribiendo mil veces más, no puedes evitar sentir cierta nostalgia precipitada. Es como cuando sabes que alguien se va a marchar o que ya no volverás a algún sitio durante mucho tiempo. Y tratas de alargarla un folio más, buscas un epílogo y cuando ves la palabra “Fin” entonces ya no hay vuelta atrás.
Pero siempre queda volver a leerla dentro de unos meses…
Por eso, aunque sigas preguntándote a menudo si eres tú o tus dedos quienes manejan el teclado y ordenan sus pensamientos, ¿qué más da? Si el final es el mismo. Y si consigue sorprenderte a ti mismo, ¿qué más quieres?

domingo, 17 de enero de 2010

Como un ratoncito, poco a poco.




Lo conseguí, me ha llevado varios días pero ya lo puedo decir. ¡El blog existe!
Y diréis que no es nada del otro del mundo, pero para alguien tan negada como yo, en esto de la informática, es toda una proeza. Y gracias a tres petardillas que hay por ahí y que no han dejado de insistir en que tenía que hacerlo ¡Ya!
No creáis, llevo varias horas pensando qué debería de poner en esta primera entrada. Es algo así como la inauguración de un lugar de encuentro, la cosa no es moco de pavo. Sólo sé que lo hago con mucha ilusión y que estoy segura de que con el tiempo llegaré a ser toda una experta en eso de los gadget, las plantillas, los comentarios… ufff, que he soñado esta noche con ventanas emergentes y enlaces…
Hace ya bastante tiempo, me ocurrió lo mismo con las páginas web y los foros que fuí encontrando cuando decidí liarme la manta a la cabeza y darle al buscador de internet. Entonces encontré un mundo diferente, donde la romántica y las lectoras convulsivas daban rienda suelta a su afición. No podía creer que hubiera tanta gente que tuviera los mismos gustos que yo, y sobre todo cuando descubrí que también algunas de ellas hacían sus pinitos, escribiendo “relatos” ¡Aquello fue apoteósico!
Ahora, unos años después, no me imagino el día a día sin esas pequeñas tertulias de tres líneas, ni esos comentarios de qué libro estás leyendo y cual piensas leer en cuanto devores el que tienes entre manos. Y sobre todo, el ánimo que te da las palabras de aliento de quienes te achuchan casi a diario para que escribas un poco más, para que envíes el último manuscrito a una editorial, para que pongas otro poquito de la última historia que llevas entre manos.
Y bueno, ya lo dije, que gracias a esos empellones, vamos logrando cosas positivas y sobre todo, vamos abriendo camino que es lo más importante.
Sin darte cuenta, te vas metiendo en un mundo de fantasía compartida. Tú que solo lees romántica contemporánea, te pones a escribir una histórica, o una fantástica con sus monstruos y sus hechiceros. Sólo quieres escribir, y escribir, y sobre todo que te lean. Porque no hay nada más placentero para un autor, aunque sea novel, que sus lectores se identifiquen con sus personajes, que sus palabras provoquen pasión, dolor, amor, sentimientos que alguna vez se creen olvidados y que por alguna razón, en ese momento has sabido transmitir.
Y eso es lo que quiero plasmar y compartir en este blog: mis alegrías, mis ilusiones, mis sueños, mis sentimientos.
Y quién sabe, Algún día…